En el Barrio de San Miguel, en el apacible municipio de Chiautla de Tapia, se encuentra un área de verdor conocido como "La Pila". En tiempos remotos, este lugar era el corazón del barrio, un oasis de frescura y vida donde un pozo generoso brindaba agua cristalina a los lugareños.
Durante el día, las risas de los niños resonaban en los alrededores mientras mujeres y hombres acudían con sus burritos con cántaros a abastecerse de agua fresca y pura. Sin embargo, cuando la oscuridad se apoderaba del paisaje, la atmósfera en "La Pila" cambiaba.
Se decía que al caer la noche, los duendes salían de sus escondrijos para velar por el pozo y proteger su preciado líquido de cualquier contaminación. Estos pequeños seres, custodios del agua, eran conocidos por su benevolencia y su amor por la naturaleza.
Pero la armonía en "La Pila" se vio amenazada cuando algunos habitantes, motivados por la indiferencia y la ignorancia, comenzaron a arrojar basura al pozo. Los duendes, consternados por el descuido y la falta de respeto hacia su hogar, intentaron en vano disuadir a los infractores.
Con el corazón entristecido, los duendes decidieron abandonar "La Pila", dejando atrás un pozo que poco a poco se fue secando. La ausencia de sus guardianes hizo que el agua perdiera su pureza y abundancia, y el lugar que una vez fue un símbolo de vida se sumió en el olvido.
Sin embargo, dicen que los duendes no han abandonado por completo su hogar. De vez en cuando, en las noches más tranquilas, regresan a "La Pila" para observar desde las sombras y evaluar si las condiciones han mejorado lo suficiente como para volver a habitar en su amado santuario.
Se espera que algún día los lugareños, sean conscientes del legado de los duendes y del valor del agua, comiencen a tomar medidas para restaurar "La Pila" a su antigua gloria. Con cada acción encaminada a la limpieza y protección del lugar, esperan atraer de nuevo a los guardianes del agua y devolverle a su comunidad el tesoro que una vez perdieron.
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