domingo, 16 de febrero de 2025

¿Cómo se formaron las pozas de nexcoescoma de Chiautla?


 Las formaciones que se ven en la imagen son agujeros circulares en la roca, conocidos como "pozas de nexcoescoma" en Chiautla de Tapia, México. Estas formaciones son ejemplos de tafoni, que son características de erosión que se encuentran comúnmente en rocas como arenisca y granito.

¿Cómo se formaron estas curiosas formaciones?

La formación de tafoni es un proceso complejo que involucra varios factores, incluyendo:

Meteorización química: El agua de lluvia, ligeramente ácida, disuelve lentamente los minerales que cementan los granos de roca. Este proceso es más efectivo en las zonas de la roca que son más porosas o tienen fisuras.

Meteorización física: Los cambios de temperatura pueden hacer que la roca se expanda y contraiga, creando pequeñas grietas. El agua se puede filtrar en estas grietas y congelarse, lo que ejerce presión y ensancha las grietas.

Erosión eólica: El viento puede arrastrar partículas de arena y polvo que actúan como abrasivos, puliendo la superficie de la roca y contribuyendo a la formación de huecos.

Acción del agua: El agua que se acumula en los huecos puede disolver aún más los minerales y arrastrar los sedimentos, lo que aumenta el tamaño de los agujeros con el tiempo.

En el caso específico de las "pozas de nexcoescoma", es probable que la combinación de estos procesos haya actuado durante miles de años para crear las formaciones que vemos hoy. La presencia de agua estancada en los agujeros puede acelerar la meteorización química y contribuir a su forma circular.

Reseña Histórica de la Parroquia de San Agustín Obispo, Chiautla, Puebla

 Introducción

La Parroquia de San Agustín Obispo, ubicada en Chiautla, Puebla, es un testimonio vivo de la historia religiosa, cultural y arquitectónica de México. Desde su fundación en el siglo XVI, ha sido un centro espiritual y social clave en la región, marcado por la labor evangelizadora de los agustinos y su posterior administración por el clero secular. Esta reseña explora su evolución histórica, destacando los periodos más significativos y su impacto en la comunidad.

Fundación y Primeros Años (1535-1549)

La historia de la Parroquia de San Agustín Obispo se remonta a 1535, cuando los frailes agustinos iniciaron su labor evangelizadora en Chiautla. Sin embargo, entre 1544 y 1549, la administración de los sacramentos estuvo a cargo del clero secular, un hecho poco común en la época, ya que las órdenes religiosas solían tener el control de estas actividades. Este periodo previo a la fundación del monasterio-doctrina refleja la complejidad de la organización eclesiástica en la Nueva España.

Periodo Agustino (1550-1755)

En 1550, los agustinos iniciaron la construcción del templo, monasterio, hospital y cementerio, consolidando su presencia en la región. El templo fue fundado oficialmente en 1592 bajo la dirección de fray Juan de Grijalva, prior del convento de San Agustín en la Ciudad de México. Durante este periodo, los agustinos no solo administraron los sacramentos, sino que también promovieron la educación y la atención médica a través del hospital para indígenas, uno de los pocos en la región.

La importancia económica de Chiautla, derivada de las minas, salinas y estancias ganaderas, atrajo la atención de los obispos de Puebla, quienes visitaron la parroquia entre 1653 y 1691. Sin embargo, el terremoto de 1711 causó graves daños al convento, obligando a los frailes a abandonarlo por 40 años. Durante este tiempo, habitaron en viviendas provisionales techadas con zacate, lo que generó críticas por la falta de reconstrucción.

Transición al Clero Secular (1755 en adelante)

En 1755, por orden real, la administración de la parroquia pasó a manos del clero secular. El primer cura secular fue el bachiller Francisco Cazares y Elorza, seguido por Sebastián de Aguirre, quien sirvió durante 14 años. Durante este periodo, se realizaron importantes obras de reconstrucción y ampliación, como la reedificación de la capilla de San Sebastián y la construcción del templo de Nahuitusco.

Siglos XIX y XX: Transformaciones y Desafíos

En el siglo XIX, la parroquia fue testigo de eventos históricos como la Guerra de Independencia, donde figuras como José María Morelos y Mariano Antonio Tapia utilizaron el convento como bastión insurgente. En 1866, el curato fue erigido en vicaría foránea, ampliando su jurisdicción a varias localidades cercanas.

El siglo XX trajo consigo nuevos desafíos, como los daños causados por los terremotos de 2017, que afectaron severamente la estructura del templo y el exconvento. A pesar de esto, la parroquia sigue siendo un símbolo de resistencia y fe para la comunidad.-

Conclusión

La Parroquia de San Agustín Obispo en Chiautla, Puebla, es un monumento histórico que encapsula siglos de devoción, arte y lucha. Desde su fundación por los agustinos hasta su administración por el clero secular, ha sido un pilar en la vida religiosa y social de la región. Su legado perdura no solo en sus muros, sino en la memoria colectiva de quienes la consideran un símbolo de identidad y fe.

Bibliografía

Gerhard, Peter. Geografía Histórica de la Nueva España 1519-1821. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1986, p. 111.


Cortés Espinoza, Rogelio. Inventario del Archivo Parroquial de San Agustín Obispo, Chiautla, Puebla. Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, 2008.

sábado, 15 de febrero de 2025

La Noche de los Ochocientos: Desconfianza y Diálogo en la Chiautla Revolucionaria

 


El sol comenzaba a ocultarse tras los cerros de Chiautla, Puebla, pintando el cielo de tonos anaranjados y morados. Gildardo Magaña, observaba el paisaje con mirada contemplativa mientras se acomodaba en la modesta casa que le habían asignado para pasar la noche. Acompañado por diez hombres de confianza, Magaña había llegado a Chiautla con un propósito claro: ganar el apoyo de los líderes locales para la causa revolucionaria que buscaba consolidar el gobierno de Venustiano Carranza.

Sin embargo, no todo era tan sencillo como parecía. Chiautla era un lugar de tradiciones profundas y desconfianzas arraigadas. Los habitantes de la región, en su mayoría indígenas, habían vivido siglos de abusos y engaños por parte de caciques y autoridades. La Revolución Mexicana, con sus promesas de tierra y libertad, había generado esperanzas, pero también temores. ¿Era Magaña realmente un aliado, o solo otro enviado del gobierno que buscaba aprovecharse de ellos?

Entre los líderes locales destacaba el general de voluntarios Mucio Marín, un hombre de carácter firme y mirada penetrante, reconocible por su sombrero de pelo. Marín había escuchado hablar de Magaña, pero no estaba dispuesto a confiar ciegamente en él. "Este hombre viene con solo diez hombres", comentó Marín a sus compañeros mientras observaban la casa desde la distancia. "¿Qué intenciones trae? ¿Será un agrarista disfrazado, buscando levantarnos en armas contra el gobierno?"

La desconfianza se extendió rápidamente entre los habitantes de Chiautla. Magaña, consciente de la tensión, intentó ganarse su confianza. "No estamos aquí para causar problemas", les dijo durante una breve reunión. "Venimos en nombre del gobierno para asegurarnos de que sus derechos sean respetados y que la paz prevalezca en esta región". Pero sus palabras no fueron suficientes para disipar los recelos.

Esa noche, mientras Magaña y sus hombres descansaban en la casa, el silencio fue interrumpido por el sonido de pasos apresurados y murmullos en la oscuridad. Al asomarse por la ventana, Magaña vio una escena que lo dejó atónito: ochocientos indígenas, armados con machetes, rifles y palos, habían rodeado la casa. Sus rostros, iluminados por la luz de las antorchas, reflejaban determinación y desconfianza.

"¡Salgan, agraristas!" gritó alguien desde la multitud. "¡No queremos problemas aquí!"

Magaña, manteniendo la calma, salió al frente con las manos en alto. "No somos agraristas", dijo con firmeza. "Somos enviados del gobierno para asegurar la paz. No queremos hacerles daño".

Mucio Marín, desde el centro de la multitud, lo observó con atención. "¿Y cómo sabemos que dices la verdad?" preguntó con voz firme. "Hemos sido engañados antes. No podemos arriesgarnos".

Magaña, comprendiendo la gravedad de la situación, decidió actuar con prudencia. "Entiendo su desconfianza", respondió. "Pero les juro que estamos aquí para ayudar. Si me permiten, mañana podemos hablar y aclarar cualquier malentendido".

Las horas que siguieron fueron tensas. Los ochocientos indígenas permanecieron vigilantes, mientras Magaña y sus hombres aguardaban dentro de la casa, conscientes de que un mal movimiento podría desatar la violencia. Finalmente, al amanecer, Marín y los líderes locales accedieron a dialogar.

En una reunión que duró varias horas, Magaña logró convencerlos de sus intenciones. Les habló de la importancia de unirse al gobierno para garantizar la paz y el progreso de la región. Aunque la desconfianza no desapareció por completo, los habitantes de Chiautla accedieron a darle una oportunidad.

Al partir, Magaña reflexionó sobre lo ocurrido. La Revolución Mexicana no solo era una lucha armada, sino también un esfuerzo por construir puentes de entendimiento entre personas de diferentes orígenes y creencias. Esa noche en Chiautla, rodeado por ochocientos indígenas armados, había sido un recordatorio de los desafíos que aún enfrentaban.

Años más tarde, al escribir en la fotografía que capturaba aquel momento, Magaña recordaría con una mezcla de humor y respeto a aquellos "buenos señores" que, aunque desconfiados, habían abierto la puerta al diálogo. Y así, en medio de la incertidumbre y el miedo, se había escrito una pequeña pero significativa página de la historia de la Revolución Mexicana.

Leyenda de las Cuevas del Templo de San Agustín

 

Hace muchos años, en el corazón de Chiautla de Tapia, Puebla, se alzaba el majestuoso Templo de San Agustín, un lugar de fe y misterio. Bajo sus cimientos, ocultos a la vista de los feligreses, se extendían una serie de túneles laberínticos, cuyos orígenes y propósitos reales se perdían en el tiempo. Algunos decían que fueron construidos como defensa durante la época de la Independencia, diseñados para confundir a los enemigos que osaran adentrarse en ellos. Otros, sin embargo, susurraban que su creación no era obra de manos humanas, sino de algo más antiguo y poderoso, algo sobrenatural.

Los túneles, conocidos por los locales como "las cuevas", eran un enigma. Sus entradas, ocultas dentro del templo, conducían a pasadizos que se ramificaban como venas bajo la tierra. Se decía que una salida emergía en el cerrito de San José, y otra cerca del zócalo de Chiautla, aunque se rumoreaba que existían más entradas y salidas secretas, conocidas solo por unos pocos. Lo más sorprendente era que estos túneles habían sido excavados en un terreno de tepetate, una tierra dura como la piedra, con herramientas rudimentarias y sin tecnología alguna. ¿Cómo fue posible tal hazaña? Para muchos, la respuesta solo podía ser divina o demoníaca.

Las historias sobre las cuevas se multiplicaban con el paso de los años. Se contaba que quienes se aventuraban en su interior no solo se perdían en el laberinto, sino que caían bajo un extraño "encanto". Dentro de las cuevas, el tiempo parecía detenerse, y el mundo exterior se desvanecía. Aquellos que lograban regresar contaban haber encontrado un submundo oculto, habitado por especies desconocidas de plantas y animales, seres que no existían en la superficie. Algunos aseguraban haber pasado solo unas horas en las cuevas, pero al salir, descubrían que habían transcurrido décadas. Sus seres queridos habían envejecido o fallecido, y el mundo que conocían había cambiado para siempre.

Entre las leyendas más conocidas estaba la del padre Dionisio Conde, un sacerdote que vivió hace más de un siglo. Se decía que él era el último que conocía los secretos de los túneles. Con un mapa mental impecable, el padre Dionisio podía recorrerlos sin perderse, usándolos como un atajo para llegar al centro de la población. Muchos lo veían entrar al templo y desaparecer por horas, solo para reaparecer en algún lugar distante de Chiautla, como si hubiera caminado a través de las sombras mismas. Sin embargo, cuando el padre Dionisio falleció, el conocimiento de los túneles se perdió con él, y las cuevas quedaron selladas para siempre, convirtiéndose en un misterio que solo la tierra guarda.

Hoy, las entradas a las cuevas están cerradas, protegidas por muros de piedra y cemento, como si el templo mismo quisiera proteger a los curiosos de su hechizo. Pero las historias persisten, transmitidas de generación en generación. Los ancianos de Chiautla aún advierten a los jóvenes sobre los peligros de adentrarse en las cuevas, pues nadie sabe con certeza qué secretos y encantos aguardan en su oscuridad. ¿Fueron los túneles una obra de defensa, un portal a otro mundo, o algo más profundo y antiguo que la humanidad no puede comprender? Solo las cuevas lo saben, y guardan su silencio bajo el Templo de San Agustín, esperando quizás a que alguien más se atreva a descubrir sus misterios.

¿Cómo se formaron las pozas de nexcoescoma de Chiautla?

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